Los Molinos
El paisaje semi montañoso que bordea el núcleo urbano de Puebla de Guzmán conserva, salpicados en los bordes de su perímetro, un importante conjunto de molinos de viento que, antaño, iniciaron la mecanización de las tareas agrícolas. Son testigos, ya mudos, de la gran importancia que tuvo el cultivo de cereales en el municipio para la economía local.
Abandonados y derruidos durante gran parte del pasado siglo, en Puebla de Guzmán hubo hasta 18 molinos de viento en funcionamiento hacia el año 1880. En el año 1924, aún funcionaban. A principios del siglo XXI se inició una restauración que hasta la fecha ha devuelto al pueblo dos de ellos: el de La Horca y el del Pozo de Bebé.
En un típico molino de viento el techo, suspendido sobre rodetes, se mueve para permitir el libre movimiento de las aspas de cara al viento. Estas aspas transmiten el movimiento a la piedra volandera, la que muele el grano, a través de la rueda de engrane y la linterna. Se calcula que, durante un buen día ventoso, los molinos de Puebla de Guzmán llegaban a moler hasta una tonelada de trigo, unas 24 fanegas de entonces.
El molino de La Horca se encuentra en la salida de la carretera hacia Cabezas Rubias, en una zona de recreo recientemente habilitada. En los alrededores, dispersas en el suelo, se muestran varias piedras utilizadas para la molienda.
El otro molino restaurado, el del Pozo de Bebé, se encuentra junto a un grupo de otros dos no restaurados en la salida del camino hacia la ermita de la Peña (final de la calle Ventorro), por encima del mítico pozo que le da nombre.
Asimismo, aún hoy son perceptibles los restos de otros tantos molinos harineros en algunos cursos de agua cercanos al núcleo urbano.